Estar Lejos...
“No hay distancia que no se pueda recorrer ni meta que no se pueda alcanzar”.
A muchos nos pasa que en algún momento de nuestras vidas ya sea por voluntad propia o por deber, nos toca trasladarnos a vivir en otra Región o País. Y pasamos a la categoría “estoy lejos, vivo fuera, o la que más detesto, soy “extranjero”.
Abortamos en el momento de la decisión la causa favorablemente, porque usualmente cuando se da, ya sea voluntaria o involuntariamente entendemos que los motivos siempre son favorables y que hacerlo traerá a nuestras vidas una mejoría.
Sin embargo, por mucho que hayamos viajado y conocido otros países y estado fuera por cortos y largos periodos vacacionales, jamás sabemos en el momento a qué mismo nos enfrentamos y en el corazón una mezcla de sentimientos habiendo dejado atrás todo por lo que luchamos y por lo que crecimos, y las costumbres que marcaban nuestro día a día.
El día que salí de mi casa con sólo las maletas que llevaba de mano ( dejando todo, léase todo!, mis muebles, mis cosas personales, mi vida, mis costumbres) , decidí al salir del portón del garaje no volver a mirar atrás, y así lo hice, en todo el camino al aeropuerto no miré los espejos retrovisores, no miré lo que estaba quedando y traté de concentrarme en lo que estaba por venir.
Mi hermana que es el consomé de mi alma se devolvió a mitad del camino porque era muy duro para ella, más que trabajábamos y estábamos constantemente juntas y ni en ese momento miré atrás.
Llegué al aeropuerto y por increíble que parezca no lloré, pero mi corazón si lo hacía, era una maquina que drenaba mi pesar.
Recuerdo que fue un caos porque viajábamos con los niños, con mi madre y otras personas más y era contando las maletas y en algún tramo se me extravió un maletín que era muy importante para mí porque ahí guardaba mis joyas más preciadas y costosas, y lo que consideraba más caro y de valor. Entonces aun así no lloraba y al llegar a mi nueva casa entré y recuerdo que dije “bueno DIOSITO esto es lo que hay”.
La casa era preciosa, pero por más comodidad que tuviera y linda o amplia en ese momento nada me importaba más que lo que se había quedado y lo que acababa de perder en el trayecto.
Es curioso como los cambios, las circunstancias nos hacen aprender a vivir a plenitud la vida. Hoy por hoy si tuviera que revertir el pasado no diría que no, lo pensaría considerablemente porque asumí valores que solo circunstancias como estas se prestan para valorar.
Antes de que me fuera de mi país no comía muchas cosas, por decir pocas comidas de las llamadas “típicas” me gustaban, y empecé a extrañar hasta lo que jamás había comido, inclusive hoy como la mayoría de esas cosas que antes no comía.
Cuando veía alguien de mi nacionalidad se me acongojaba el corazón, cuando escuchaba canciones o cualquier cosa que representara mi isla. Empecé a buscar siempre lo que jamás hacia, información y hasta de ver la bandera me derretía peor que helado.
Comencé a darle un valor agregado a mi país que antes no lo hacía ahora era una Dominicana más, pero viendo todo desde arriba en otra panorámica y lejos de quejarme de las carencias siempre justificándolas o no queriendo ver sino lo que me interesaba y necesitaba ver.
Cuando llegó el momento en el que me sentí superada por el estancamiento emocional de “porque me fui”, pero dónde estoy?, como revierto todo? Entonces apliqué lo que serian las palabras de mi hermana:” Busca tu motor. Ese que te impulsa ese que te mueve”. Todos tenemos uno y lo olvidamos por ratos.
Fue cuando dije no va más, entre el destino y yo elegimos este camino y una vez acá debo encontrar lo que él tiene para ofrecerme, cuál es el aprendizaje, y sacar provecho de cada situación.
Cada día fui madurando en forma trascendental y hoy digo siempre que al que le toca o decide vivir fuera de su país si creía que ya su grado de madurez había alcanzado el tope de sus vidas es cuando recién comienzan. Aprender de una o varias culturas, la enorme diferencia de proceder y pensar de las diferentes sociedades, aprender a decir “tuve que dejar de tener tantas cosas cerca para valorarlas! Para amarlas! Para respetarlas!”.
Ver que no está papá, mamá, mis amigas de la infancia, familiares y demás que a un timbrazo se reúnen contigo para reír o llorar o socorrerte cuando necesitas una mano.
Luego viene la desilusión de que cuando vas de vacaciones cada uno continuó con sus vidas, ya tienen nuevos proyectos nuevas perspectivas, muchos de los casados ya se divorciaron, y muchas de tus amigas solteras ahora están casadas y siguen su ritmo mientras que tu llegas de vacaciones todos están en su día a día , y por mucho que quieran compartir contigo no pueden o su tiempo es escaso y empiezas a ver todo distinto, una mezcla de sentimientos empiezas a entender que estas asumiendo y acostumbrándote al lugar donde vives y pasas por un trance de “no encajo”.
Hasta que a quienes como yo les toca seguir mudándose y pasar a otro país diferente y ya te transformas en nómada en el tiempo y empiezas a enfocarte únicamente en tu “motor” ese por el que te mueves cada día y ya nada más importa.
Te deja de importar dónde y te enfocas en el cómo y cuándo. Empiezas a conocer todo y todos y coger y dejar de dónde vas pasando sin importarte mucho si compartes o no la idiosincrasia o si comparten o no ellos la tuya, simplemente sonríes “coges y dejas en pro de tus beneficios”. Vas aprendiendo a desprenderte de lo material, para dar paso a lo verdaderamente importante: LOS PORQUE Y LAS RAZONES, LO QUE AMAS, LO QUE SIENTES, LO QUE LLENA!
Finalmente la experiencia es placentera en cuanto al crecimiento y las cosechas nuevas, hoy por hoy por increíble que parezca mis mejores amistades y las que me han sido fielmente leales y jamás se apartaron de mi en el trayecto las conservo en uno de esos países (Ecuador), ahora amo con locura ese país que alguna vez maldije por el rencor conmigo misma de estar donde no quería estar, y si tuviera que volver saldría corriendo a hacerlo con el mayor de los gustos y alegría.
En este punto ya aprendes que la distancia sólo marca las canchas, siempre sigues jugando TU y que la condición geográfica lo que designa son límites territoriales, pero las fronteras de tu corazón ni conocimientos y aprendizaje. Siempre guardando la esperanza viva del retorno de abrazar donde no te sientes ajena, el lugar donde perteneces y con la valentía del cúmulo de experiencias que sumaste en tu destino.
“Desde todas las partes hay la misma distancia a las estrellas”. Séneca
Por Tanya Hoepelman
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